lunes, 16 de febrero de 2009

Y EL TANGO NUNCA LLEGÓ...

RIVAS LARA MARÍA ISABEL
PLANEACIÓN Y ORGANIZACIÓND E EMPRESAS EDITORIALES
NOTA DE COLOR
17-02-09


Y EL TANGO NUNCA LLEGÓ…


El día se mueve lento, si ya es difícil levantarse todos los días temprano, los domingos lo es el doble, sobre todo cuando ves a tus padres y hermanos durmiendo tranquilamente, pero no importaba porque iría a ver uno de mis espectáculos favoritos.
Debo confesar que uno de mis grandes deseos frustrados ha sido el bailar tango, al oírlo es como si naciera un sentimiento incontrolable en mí, una pasión que se desborda. Todo esto era lo que me motivaba a levantarme en domingo y ver en primera fila e incluso poder platicar con aquellos que levantaban tales sentimientos, no sólo en mí, sino en el resto del mundo.
Es difícil encontrarse con un evento de tal categoría y de manera gratuita, teniendo como protagonistas y levanta pasiones con su ritmo, con su gesto, con su música a excelentes representantes del género. Tango corriente interminable de sentimiento, tristeza, así descrito por sus mismos intérpretes, el conjunto Varietal, que se presenta en México trayendo consigo a un campeón del mundo del baile de tango de escenario 2007, Fernando Gracia. Después de visitar la ciudad de Guanajuato, vinieron al Distrito Federal y mejor aún a la UNAM.
A pesar de la dificultad que provoca el abandono de las cobijas, a las 9: 30 de la mañana, Omar y yo ya estábamos en el MUAC donde tendría lugar el evento: Apenas acomodando las tarimas, esperando el piano, las sillas, y los otros mil y un pendientes que se le veían en el rostro a Gabriel Ortega, dirigente del Staff atendió nuestras preguntas.
Con una gorra para cubrir el insoportable y voraz sol Gabriel Ortega nos miró, fue así como le comentamos: “Disculpa, buenos días. Quisiéramos hacerle unas preguntas a los bailarines, ¿sería posible?” “Yo creo que no habría problema, sólo sería cuestión de comentarlo con la compañía y, por supuesto, con los bailarines.” Ahí donde comenzó nuestra espera.
Cada vez llegaban más personas: se presentó el equipo técnico, su pusieron las cortinas obscuras para ambientar el escenario, a pesar de un Sol incesante y persistente que, por cierto, comenzó a hacer efecto en mí, pero lo ignoré. Era algo que no me podría suceder en ese momento, lo único que pensaba:” ¡NO AHORA, POR FAVOR!”.
Había tenido un dolor importante en la espalda días antes, pero lo ignoré: “nada de gravedad”, pero en el transcurrir de los minutos de esa mañana todo iba empeorando. Las horas interminables y cada vez que volteaba al circuito ni un rastro de que los bailarines se aproximaran, sólo bicicletas y más bicicletas, para ellos, los ciclistas, era una excelente mañana, pero para mí no y cada vez se ponía peor.
Por fin llegó la que parecía ser la coordinadora del evento o al menos la de mayor rango ahí, al observar a Gabriel Ortega vimos que le comentaba algo a esta señorita mientras nos señalaba, probablemente, le hablaba sobre nuestra intenciones; por el gesto, parecía no haber inconveniente todo iba bien en ese sentido.
Nos acercamos para preguntar a que hora se presentarían los bailarines y el resto de la agrupación, no conseguimos el dato, pero al escuchar la platica de los técnicos de audio supe que llegaría a las 12:30 P.m., ya en ese momento sólo faltaban algunos minutos.
La ansiedad por ver a los bailarines era mucha, pero no tenía muy claras las cosas, la visión se nublaba y el dolor de cabeza y espalda crecían. Sin embargo, lo único que importaba, aún, era conseguir esas respuestas y ver la hermosa danza en donde se conjuntan sensualidad, baile y música.
Cerca de las doce y media llegaron los anhelados, esperados y bien recibidos quinteto Varietal; todos uniformados de pantalón de vestir negro con camisa morada, cada quien cargando su instrumento y los bailarines su maleta, todos ellos concentrados. El público, bajo el radiante Sol, ya esperaba.
Enseguida nos acercamos, esperamos por un momento y comenzaron a formarnos para poder ingresar a las pocas sillas que se habían colocado, seguramente su capacidad sería rebasada. Mientras los bailarines calentaban, ensayaban y medían su escenario, --porque efectivamente es su escenario: lo poseen, le dan vida le dan su razón de ser--, todos esperábamos afuera, fue justo ahí cuando comenzaron las malas noticias…
Recuerdo que estaba de pie, a lado de mi Omar, pero mi vista se nublaba cada vez más, así que decidí volverme a sentar; pero minutos después nada mejoró, sentí mi cuerpo enfriar y la debilidad en las piernas era notoria, así que decidí irme a mi casa, cuando menos lo pensé Omar estaba a mi lado acompañándome, aseguró que no me dejaría marcharme sola porque me veía bastante mal. Enseguida tomamos un taxi, fuimos rumbo a mi casa por los papales, posteriormente nos dirigimos al hospital de urgencias Clínica número 8.
La espera era segura, los pacientes se desbordaban del lugar. Por el estado en el que me encontraba a penas y me percataba del paso del reloj. No era la primera vez que había visitado ese hospital, pero ahí parece que nunca pasa el tiempo, ves las mismas caras, el mismo semblante lleno de hartazgo, desolación, dolor, desesperación y en algunos, resignación.
Después de que me tomaran los signos vitales, que tuviera que volver a ventanillas o recepción a esperar que me llamaran, que el doctor me evaluara en una primera ocasión y que me mandará a realizarme rayos X y estudios de sangre, entre a los pasillos de aquel lugar, donde se perciben uno de los aromas más desagradables, el olor a enfermedad y por supuesto a enfermos, combinado con el olor a comida que sale de cualquier lugar. Los ruidos, que pasaron de los acordes tristes y hermosos del tango a niños llorando, gemidos de dolor, las camillas arrastrándose y ambulancias llegando. Todo eso se vuelve insoportable y lo único que quieres es salir de ahí, no importa cómo, pero enseguida.
Es así como acabó este día, que comenzó lleno de expectativas y donde no se cumplió ninguna, un domingo soleado perfecto para salir con Omar, que terminó bajó paredes pestilentes a enfermedad, dolores inoportunos e indiscutiblemente bajo el cobijo de la desilusión total porque el tan esperado tango, tristemente, nunca llegó.